La fiebre del fútbol ya se siente en Miami mientras la ciudad se prepara para ser sede de la Copa Mundial de la FIFA 2026. Por primera vez en la historia, el mundial masculino se disputará en tres países (Estados Unidos, México y Canadá), y Miami-Dade ha sido seleccionada como una de las sedes estadounidenses, con el Hard Rock Stadium albergando varios partidos de la fase de grupos y posiblemente fases posteriores. Este acontecimiento deportivo de escala planetaria trae consigo enormes proyecciones económicas y desafíos logísticos. A continuación, analizamos cuánto espera ganar Miami con el Mundial 2026, qué inversiones está realizando para organizarlo, cómo se está preparando la infraestructura urbana y qué controversias han surgido en el camino.
Ser sede mundialista requiere un significativo desembolso de recursos públicos. El condado Miami-Dade y las ciudades involucradas han comprometido alrededor de $46 millones de dólares para la organización del torneo. Esta cifra incluye aportes en efectivo y en especie: Miami-Dade contribuirá $21 millones en efectivo y hasta $25 millones adicionales en respaldo logístico (por ejemplo, pago de horas extra de policías, paramédicos y servicios durante el evento). La ciudad de Miami, por su parte, aprobó $5 millones, y Miami Beach otros $1,25 millones más $0,5 millones en apoyos en especie. Estos fondos se destinarán a asegurar que la sede cumpla todas las exigencias de FIFA en infraestructura, seguridad y operatividad.
El desglose del gasto incluye: mejoras y adecuaciones en el Hard Rock Stadium (aunque es un recinto privado de los Miami Dolphins, se requerirán adaptaciones temporales para FIFA, desde ampliación de zonas de prensa hasta cambios de señalética), refuerzo de transporte y movilidad, seguridad pública, planes de emergencia, servicios médicos, promoción turística y organización de eventos paralelos de fan zones. También se prevé montar instalaciones de entrenamiento para las selecciones que jueguen en Miami, probablemente en campos locales que habrá que acondicionar.
Este compromiso financiero ha generado debate. Algunos legisladores del condado han cuestionado por qué destinar millones a un evento deportivo mientras existen restricciones presupuestarias para otras áreas. El comisionado René García declaró “muy difícil” apoyar más fondos públicos cuando el presupuesto general enfrenta recortes, calificando de falta de respeto pedir un esfuerzo extra a los contribuyentes. La alcaldesa Daniella Levine Cava, principal impulsora del proyecto mundialista, argumenta que la inversión se verá largamente recompensada y que no apoyar sería dejar pasar una oportunidad única de desarrollo. Aún con voces disidentes, la Comisión de Miami-Dade aprobó inicialmente la asignación de los $10,5 millones adicionales solicitados por la alcaldesa en abril 2025, elevando el total al mencionado paquete de $46 millones.
¿Por qué Miami se esfuerza en traer el Mundial? Sencillamente, porque las proyecciones económicas son muy atractivas. El comité organizador local, con base en estudios de consultoras especializadas, estima que el evento generará un impacto económico directo de al menos $920 millones para la región. La propia alcaldesa Levine Cava ha citado un rango potencial de $920 millones hasta $1.300 millones inyectados en la economía de Miami-Dade. Estas cifras incluyen el gasto de decenas de miles de visitantes en hoteles, restaurantes, comercios, transporte, ocio, etc., así como la derrama por contratación de personal temporal y servicios asociados al Mundial.
Adicionalmente, se calcula que la Copa Mundial creará o sostendrá hasta 9.100 empleos en el condado durante el período del evento (entre nuevos empleos temporales y mantenimiento de otros existentes gracias al aumento de demanda). Y no solo eso: aportará entre $300 y $400 millones en salarios adicionales a residentes locales. Es decir, muchos trabajadores – desde camareros hasta conductores, desde técnicos de eventos hasta guardias de seguridad – verán ingresos extraordinarios gracias a la Copa.
Otros beneficios cuantificables incluyen el aumento del turismo en lo que normalmente es temporada baja (verano tardío). Se espera que la ocupación hotelera suba considerablemente durante el Mundial, llenando habitaciones que en septiembre suelen estar vacantes. Esto no solo genera ingresos hoteleros, sino impuestos (el bed tax turístico) para las arcas locales. Los datos de otros mundiales sugieren que muchos aficionados extienden su estadía más allá de los partidos, convirtiendo el viaje en vacaciones completas; Miami podría beneficiarse de ello gracias a sus múltiples atractivos.
Cabe mencionar el antecedente de otros eventos futbolísticos: en 2016, la final de la Copa América Centenario en el MetLife Stadium de Nueva Jersey generó unos $100 millones al área tri-estatal. Miami, recibiendo varios partidos mundialistas, aspira a diez veces eso en total agregado. Además, la región ya midió parcialmente su capacidad con la sede del Mundial de Clubes 2025 (a disputarse en Miami) y Copa América 2024; esta última, con partidos en el Hard Rock, se proyecta aportaría más de $20 millones solo en Miami. Esos ensayos generales servirán para ajustar logística de cara a 2026.
Miami se encuentra en plena puesta a punto de su infraestructura para manejar la afluencia de visitantes y la magnitud del evento:
En términos generales, la coordinación interinstitucional es intensa. Se ha conformado un comité organizador local con funcionarios de diferentes departamentos gubernamentales, trabajando codo a codo con FIFA y US Soccer. Reuniones semanales abordan desde el suministro de agua y energía en días de partido hasta planes de desvío de tránsito. Miami aprendió de eventos pasados (por ejemplo, el Super Bowl LIV 2020 tuvo su centro neurálgico en el Hard Rock) y aplica esas lecciones a la aún mayor escala del Mundial.
A pesar del entusiasmo general, el camino no está exento de controversia. Ya mencionamos la principal: la financiación pública. Algunos ciudadanos cuestionan si ese dinero no debería destinarse a otras urgencias (vivienda asequible, transporte cotidiano). El Nuevo Herald reportó reacciones encontradas, llamando a escrutinio la aportación condal de $46M en medio de limitaciones presupuestarias. La respuesta de las autoridades es que el Mundial actuará como catalizador económico y que la inversión retornará multiplicada en impuestos y prosperidad, aunque existe incertidumbre sobre la precisión de esas predicciones (algunos estudios académicos sugieren que los mega-eventos a veces sobreestiman beneficios y subestiman costos).
Otra preocupación es no repetir errores de sedes pasadas: congestión caótica, sobreprecios o problemas de orden público. Miami-Dade quiere evitar a toda costa experiencias negativas como las de Brasil 2014 (manifestaciones por gasto excesivo) o los retrasos de infraestructura de Sudáfrica 2010. La alcaldesa ha sido enfática en que se vigilará el uso de fondos y se buscarán patrocinios privados para aliviar al contribuyente. De hecho, parte de los $46M se compensará con aportes en especie de empresas locales (por ejemplo, algunos servicios de transporte podrían ser patrocinados).
En el ámbito social, organizaciones locales han solicitado que el evento deje un legado positivo para la comunidad más allá de lo económico. Por ello, se impulsan programas juveniles de fútbol y culturales financiados con fondos mundialistas, de modo que la Copa inspire a la juventud local y se traduzca en inversión en parques deportivos que queden para el futuro. Hasta ahora, se anunció la rehabilitación de varias canchas de fútbol municipales con apoyo de FIFA.
Finalmente, en la dimensión mediática, el Mundial 2026 pondrá a Miami bajo los reflectores globales como nunca antes. Esto es una ventaja – promoción mundial de la marca Miami – pero también un escrutinio. Todo deberá funcionar con precisión: clima de agosto mediante (tormentas tropicales podrían amenazar, se tendrán planes de contingencia climática), sensibilidad cultural (la ciudad es diversa y sabrá recibir a hinchas de todo el planeta, aunque se refuerzan campañas de tolerancia y anti-discriminación en colaboración con FIFA).
Más allá de los números, Miami espera que el Mundial deje un legado intangible valioso. Se anticipa un robusto aumento de perfil internacional: millones de televidentes verán partidos con la ciudad de fondo, lo cual puede traducirse en futuro turismo e incluso atraer negocios. Ciudades sedes suelen experimentar incrementos de visitantes en años posteriores al evento gracias a la exposición global.
Además, la experiencia organizativa dotará a Miami de un know-how para futuros grandes eventos. Ya se habla de pujar por una final de Champions League o incluso unos Juegos Panamericanos, capitalizando la infraestructura y aprendizaje que dejará 2026. La mejora de coordinación entre agencias (desde policía hasta transporte) sienta precedentes para la vida cotidiana post-mundial: por ejemplo, el condado planea mantener ciertos upgrades en transporte público como legados permanentes (rutas de bus expreso creadas podrían quedar operativas si demuestran utilidad).
En lo anímico, el Mundial puede tener un efecto de unidad y orgullo para la población local, que en Miami es de docenas de nacionalidades. Será conmovedor ver a diversas comunidades celebrando juntas en las calles. Y tras el torneo, quedará el recuerdo de que Miami fue parte de “el evento deportivo más importante del mundo”, alimentando la autoestima cívica.
En síntesis, “el juego del mundo” llegará a la Ciudad Mágica con promesas de una gran derrama económica y un espectáculo inolvidable. Si Miami logra sortear los retos – y todo indica que está haciendo la tarea – el Mundial 2026 podría ser un catalizador que marque un antes y después. Desde ahora hasta el pitazo inicial, la planificación continúa a toda máquina. Cuando en junio de 2026 las selecciones y sus hinchas desembarquen bajo el sol de Florida, Miami estará lista para brillar en el escenario global, capitalizando cada gol no solo en la cancha sino en el desarrollo y la proyección de la ciudad a largo plazo. Los ojos del mundo estarán aquí, y Miami quiere que lo que vean sea un triunfo, dentro y fuera del estadio.